DE JUAN RAMÓN FERREIRA DÍAZ

Los que somos trasplantados nos asomamos a la historia de los lugares donde decidimos arraigar con una visión distinta y distante de las cosas. Pasado un tiempo, ya hondas las raíces, el velo del afecto nubla también a veces nuestra opinión con los prejuicios de la experiencia vivida en ese lugar, y tiñe de colores el recuerdo. Juan Ramón Ferreira nació y murió en noviembre, en otoño, y su evocación  tiene en mi memoria el color de la luz rasante de ese mes sobre las calles y las plazas de su pueblo. Era alcalde de Hervás cuando tuve conciencia de su existencia, no lo había conocido antes, y su imagen se me fue haciendo familiar desde esa faceta. Hizo Juan Ramón mucho en su corta vida. Llegó, y eso dicen quienes le conocieron desde chico, donde nadie se imaginaba que podría llegar, y eso es ya, mucho más de lo que probablemente dirán de cualquiera de nosotros. En el área que me compete, en Turismo, no diré yo, que descubriera el potencial de Hervás, pero sí que sentó las bases de lo que en la actualidad supone el principal motor económico de la población. Bajo su ejercicio se abrió el primer punto de información turística, luego Oficina de Turismo, la primera Escuela Taller,  y se llevaron a cabo las primeras intervenciones de rehabilitación del Barrio Judío, se abrío la oficina del ARI, se creó la Red de Juderías Caminos de Sefarad, el primer PRODER, el Otoño Mágico en el Valle del Ambroz  y Los Conversos de Hervás. Ningún alcalde después de él recorrió con tanta asiduidad y parsimonia solemne las calles y los pagos de Hervás, saludando en su particular tono pausado a quienes se encontraba. Vivir es hacer, acertar y errar, pero solo yerra quien hace y Juan Ramón hacía todo lo que podía, y si no hizo más, seguramente fue porque no supo. Descanse en paz, y acompañe nuestro recuerdo el dolor de quienes le quisieron. 

JuanRamon